En los últimos meses, todos nos hemos enfrentado a muchos desafíos impuestos por la pandemia COVID-19. Prestar atención a comportamientos saludables, como mantenerse al menos a seis pies de distancia de otras personas, lavarse las manos con frecuencia, usar una máscara facial al salir y desinfectar superficies, ha demostrado ser muy importante para reducir el riesgo de contraer el nuevo coronavirus que causa el COVID-19. Sin embargo, no debemos olvidar que es muy importante que sigamos ocupándonos de otros problemas de salud más allá de COVID-19, incluido el tratamiento médico de las enfermedades crónicas que son tan comunes en los adultos mayores de 65 años. En esta entrada de blog, me gustaría hablar con usted sobre la importancia de continuar el tratamiento de control de la presión arterial si tiene niveles altos de presión arterial, una condición llamada hipertensión.
Estudios médicos científicos hasta la fecha han demostrado que controlar la presión arterial es una de las maneras más importantes y eficaces para prevenir eventos negativos de salud como accidente cerebrovascular y ataque cardíaco. Controlar la presión arterial puede incluso ser bueno para mantener su cerebro afilado, incluyendo su capacidad para pensar, resolver problemas, mantener recuerdos, etc., como lo muestra un estudio de investigación reciente publicado en el Journal of the American Medical Association (JAMA). Por esta razón, el tratamiento diario de la hipertensión sigue siendo muy importante para un envejecimiento activo y más saludable.
Durante los últimos dos meses, varias personas con hipertensión me preguntaron con bastante frecuencia preocupado por el uso de un grupo de medicamentos comúnmente recetados y muy eficaces para reducir la presión arterial alta durante la pandemia COVID-19. Este grupo incluye medicamentos antihipertensivos conocidos como inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (ACE-i) o bloqueadores de los receptores de angiotensina (ARB). Esas personas me dijeron que habían oído en las noticias y en las redes sociales que esos medicamentos podrían aumentar la probabilidad de infectarse por el nuevo coronavirus que causa COVID-19. En este contexto, quisiera hacer algunas aclaraciones. Esa preocupación mencionada en las noticias se basó en estudios iniciales realizados en laboratorios. Esos estudios especularon si el uso de esos medicamentos (ACE-i o ARB) podría facilitar que el nuevo coronavirus nos infecte o cause enfermedades más graves. Sin embargo, estudios de investigación más recientes realizados en personas reales han refutado constantemente esa preocupación, es decir, aquellos que utilizan esos medicamentos (ACE-i o ARB) no tenían un mayor riesgo de ser hospitalizados por COVID-19 o morir de él (hyperlink para artículos gratuitos https://jamanetwork.com/journals/jama/fullarticle/2767669 y https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(20)31030-8/fulltext).
En resumen, los hallazgos de las últimas investigaciones proporcionan un apoyo muy fuerte a las recomendaciones emitidas por muchos grupos médicos importantes, incluyendo la Asociación Americana del Corazón. Apoyan el uso continuo de los medicamentos (ACE-i o ARB), según lo recomendado por su médico y equipo de atención médica. Actualmente, se están realizando estudios para evaluar la eficacia de las vacunas recién desarrolladas frente a COVID-19. Informaremos sobre esos resultados cuando estén disponibles en los próximos meses. Mientras tanto, manténgase al día con comportamientos saludables para reducir el riesgo de COVID-19, y continúe con el tratamiento médico para cualquier enfermedad crónica que pueda tener, incluida la presión arterial alta.
Dr. Paulo Chaves, MD, PHd
Acerca del autor
Paulo H. M. Chaves es un geriatra y epidemiólogo clínico que ocupa la Cátedra De Académico de los Centros Médicos Leones en Geriatría en la Universidad Internacional de Florida (FIU). Dirige el Centro Benjamín León de Investigación y Educación Geriátrica en la Universidad de Medicina Herbert Wertheim de FIU, que está comprometida con el desarrollo e implementación de enfoques novedosos para promover el envejecimiento activo, la prevención de la fragilidad y prestación de atención médica a adultos mayores en la atención clínica ambulatoria y entornos comunitarios a través de la investigación epidemiológica y la educación geriátrica y gerontológica.